Uno de los reos aparece de pie encima de un caja, con la cabeza tapada y las
manos atadas, y se le dice que si cae quedará electrocutado. Las
fotografías, tomadas por soldados, muestran las humillaciones y abusos a que
fueron sometidos presos iraquíes en noviembre y diciembre del 2003, 
Y YO ME PREGUNTO SI NO ES ESTO  DAR "ALAS " AL TERRORISMO Y NO EL QUE LAS TROPAS ESPAÑOLAS VUELVAN A CASA, DE DONDE NUNCA TENDRÍAN QUE HABER SALIDO?????
John X se levantó del banco, arreglando su uniforme, y estudió la multitud
 de gente que se abría paso hacia la Gran Estación Central. Buscó la chica
 cuyo corazón él conocía pero cuya cara nunca había visto, la chica de la
 rosa. Su interés en ella había comenzado 13 meses antes en una Biblioteca de
 Florida. Tomando un libro del estante, se encontró intrigado, no por las
 palabras del libro sino  por las notas escritas en el margen. La escritura
 suave reflejaba un alma pensativa y una mente brillante. En la parte del
 frente del libro descubrió el nombre de la dueña anterior, la señorita
 Hollys Maynell. Con tiempo y esfuerzo localizó su dirección.  Ella vivía
 en Nueva York. Él le escribió una carta  para presentarse y para invitarla
 a corresponderle. Al día siguiente, John fue enviado por barco para servir en la Segunda Guerra Mundial. Durante un año y un mes, los dos se conocieron a través
 del correo, y un romance fue creciendo. John le pidió una fotografía, pero
 ella se negó. Ella sentía que si a él de verdad le importaba, no
importaría cómo ella luciera.
 Cuando por fin llegó el día en que él regresaría de Europa, ellos
arreglaron su primer encuentro: a las 7:00 pm en la Gran Estación Central de Nueva York. "Tú me reconocerás" ella dijo, "por la rosa roja que llevaré en la
 solapa". Así que a las 7 John estaba en la estación buscándola.
 Dejaré que el señor X les diga lo que sucedió: "Una joven mujer vino hacia
 mi, su figura alta y esbelta. Su cabello rubio y rizado se encontraba
detrás de sus delicadas orejas; sus ojos eran azules como flores. Sus labios y su
 mentón tenían una gentil firmeza y en su traje verde pálido era como la
 primavera en vida. Yo comencé a caminar  hacia ella sin darme cuenta que
no llevaba la rosa. Mientras me movía, una pequeña y provocativa sonrisa
curvó sus labios: "¿Vas por mi vía, marinero?" Murmuró ella. Casi incontrolablemente di un paso hacia ella y entonces vi a Hollis Maynell. Estaba parada casi
 directamente detrás de la chica. Una mujer, ya pasada de sus 40, con
cabello grisáceo bajo un sombrero gastado. Era más que regordeta, sus pies
 con gruesos tobillos descansaban en zapatos de suela baja. La chica en el
 traje verde se iba rápidamente.
 Sentí como si me partiera en dos: mi deseo tan agudo de seguirla, y a la
vez tan profundo mi anhelo por la mujer cuyo espíritu me había acompañado y
 apoyado. Y ahí estaba ella. Su pálida y rolliza cara era gentil y
sensible, sus ojos grises tenían un brillo cálido y amigable.  No vacilé. Mis dedos
 apretaron la pequeña y usada copia de cuero del libro que era para
 identificarme con ella. Esto no sería amor, pero sería algo preciado, algo
 quizá mejor que el amor, una amistad por la que había y debía estar
siempre agradecido. Cuadré mis hombros, saludé y le ofrecí el libro a la mujer,
 aunque mientras hablaba me sentí ahogado por la amargura de mi decepción.
 Soy el Teniente John X, y usted debe ser la Srta. Maynell. Estoy muy
 contento de que me pudiera conocer; ¿la puedo llevar a cenar? La cara de
 la mujer se ensanchó en una sonrisa tolerante.
 "No sé de qué se  trata esto hijo" ella respondió, "pero la señorita del
 traje verde que  se acaba de ir me rogó que usara esta rosa en mi abrigo.
Y ella dijo que si usted me invitaba a cenar yo le diría que lo está
esperando en el restaurante de enfrente. Ella dijo que era una clase de prueba!"
 No es difícil de entender y admirar la sabiduría de la Srta. Maynell. La
 verdadera naturaleza de un corazón se ve en su respuesta a lo no
atractivo.
 "Dime a quien amas" escribió Houssaye, "Y te diré quién eres".
Epitafio  
 
Aquí reposan los restos de un ser que poseyó la belleza sin la vanidad, la fuerza sin la insolencia, el valor sin la ferocidad y todas las virtudes de un hombre sin sus vicios. 
Lord Byron para su perro "Botswain" 
A Humphrey Bogart la fama le vino con "El halcón maltés" (1941) y, sobretodo
con la mítica película "Casablanca" (1942) que rodó con Ingrid Bergman.
En 1944 se enamoró de la joven actriz Lauren Bacall, con la que rodó "Tener
o no tener". Con esa película se hará tan famosa una frase de Lauren Bacall,
"Si me necesitas, sólo tienes que darme un silbidito", que cuando se casaron
Bogart le regaló un colgante con un silbato de oro