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Los chinos sí pagan impuestos

He pasado estas navidades en Zaragoza, donde una vez más me ha dejado perplejo la abundancia de comercios regentados por chinos. Su expansión parece no tener fin, y han pasado de los restaurantes y tiendas de todo a cien a los quioscos, fruterías, tiendas de moda, supermercados, bares de toda la vida e incluso peluquerías.
Hablando sobre este asunto con un amigo me explicó que el motivo era que, debido a un acuerdo comercial entre nuestro país y el suyo, los chinos que abren un negocio en España no deben pagar impuestos durante los primeros cinco años. Los chinos supuestamente se aprovechan descaradamente de dicha ley, traspasando los negocios entre ellos de manera que nunca tienen que pagar impuestos, lo que evidentemente reduce sus gastos y les pone en condiciones favorables frente a nuestros compatriotas. Esto según mi amigo aparece regulado en un antiguo convenio entre España y China.

A mí aquella afirmación me resultó bastante sospechosa, así que decidí indagar en el asunto llegando a las siguientes conclusiones:

1 – Que los chinos no paguen impuestos durante los primeros cinco o incluso siete años en España es efectivamente una creencia generalizada en nuestro país. Se escucha en la calle, se habla en los bares, se comenta en los foros...

2 – Incluso un periódico ha publicado esta afirmación. Enlace. No descarto que haya aparecido también en otros medios.

3 – Es cierto que existe un acuerdo comercial entre China y España: «Convenio entre el Gobierno de España y el Gobierno de la República Popular China para evitar la doble imposición y prevenir la evasión fiscal en materia de Impuestos sobre la Renta y el Patrimonio». El convenio data del 22 de Noviembre de 1990 y fue publicado en el BOE de 25 de Junio de 1992. Enlace. La mayoría de "opinólogos" afirma que la regulación de los cinco años sin pagar impuestos aparece en este convenio; sin embargo...

4 – Lo que hace el convenio es impedir que tanto las empresas chinas con sede en España como las españolas con sede en China deban pagar impuestos en ambos países. En ningún momento se dice que los chinos no deban pagar impuestos en España ni nada parecido; de hecho este convenio ni siquiera afecta a pequeños empresarios.

5 - Existen acuerdos similares con otros muchos países.

6 - Durante los dos primeros años, TODOS los nuevos comercios están exentos del pago del impuesto de actividades económicas. Esto es válido independientemente de la nacionalidad del empresario. Enlace. Parece ser que ésto, mezclado con el convenio mencionado en el punto tres, es lo que da origen a la mentira que nos ocupa.

Que los chinos no paguen impuestos durante los primeros cinco o incluso siete años en España es pues una LEYENDA URBANA, una mentira extendida en toda la sociedad, que además alimenta un creciente racismo hacia los inmigrantes chinos y por tanto es malintencionada.

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Para los que tengan hijos... y los que no:

*El Médico de Familia inglés, Ronald Gibson, comenzó una conferencia
sobre conflicto generacional, citando cuatro frases:*

1) "Nuestra juventud gusta del lujo y es mal educada, no hace caso a las
autoridades y no tiene el menor respeto por los de mayor edad. Nuestros
hijos hoy son unos verdaderos tiranos. Ellos no se ponen de pie cuando
una persona anciana entra. Responden a sus padres y son simplemente malos."

2) "Ya no tengo ninguna esperanza en el futuro de nuestro país, si la
juventud de hoy toma mañana el poder, porque esa juventud es
insoportable, desenfrenada, simplemente horrible."

3) "Nuestro mundo llegó a su punto crítico. Los hijos ya no escuchan a
sus padres. El fin del mundo no puede estar muy lejos."

4) "Esta juventud esta malograda hasta el fondo del corazón. Los jóvenes
son malhechores y ociosos. Ellos jamás serán como la juventud de antes.
La juventud de hoy no será capaz de mantener nuestra cultura."

*Después de enunciar las cuatro citas, el Doctor Gibson, observaba como
gran parte de la concurrencia aprobaba cada una de las frases. Aguardó
unos instantes a que se acallaran los murmullos de la gente comentando
lo expresado y entonces reveló el origen de las frases, diciendo: *

La primera frase es de Sócrates (470 - 399 A .C.);

La segunda es de Hesíodo ( 720 A .C.);

La tercera es de un sacerdote ( 2.000 A .C.);

La cuarta estaba escrita en un vaso de arcilla descubierto en las ruinas
de Babilonia (actual Bagdad) y con más de 4.000 años de existencia;

*Y ante la perplejidad de los asistentes, concluyó diciéndoles:

Señoras Madres y Señores Padres de familia, RELÁJENSE, QUE LA COSA
SIEMPRE HA SIDO ASÍ...*

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Mascotas ecológicamente incorrectas

Por: Ariel Palazzesi @ lunes, 04 de enero de 2010 Nota vista 1738 veces

¿Puede existir algo más nocivo para la salud de nuestro planeta que un gran vehículo todoterreno? Si: tus mascotas. Por más extraño que pueda parecer, la huella de carbono originada por la fabricación y el uso de un coche -o incluso un gran todoterreno- es menor que la de un perro. Incluso un pequeño y adorable gato tiene una huella ecológica comparable a la de un Volkswagen Golf. Un perro mediano consume más recursos que un ciudadano medio de Vietnam o Etiopía. ¿Sorprendido? Sigue leyendo, y conoce los detalles.




Es muy posible que si te cruzas en la calle con un ruidoso y humeante Hummer, tripulado por una pareja y sus dos tiernos cachorros de Rottweiler, tu cerebro condicionado por las terribles cifras que relacionan el consumo de combustibles fósiles y el calentamiento global te hagan reprender mentalmente a los propietarios por la elección de su vehículo. Sin embargo, es muy posible que los dos perros sean -desde el punto de vista de la huella de carbono- más destructivos que el todoterreno. Los especialistas en ecología denominan huella de carbono a la totalidad del volumen de gases de efecto invernadero emitidos -por efecto directo o indirecto- por un individuo, organización, evento o producto. Mediante fórmulas bastante precisas, es posible saber -por ejemplo- cuántas toneladas de estos gases genera tu actividad diaria a lo largo de un año, o cuantas hectáreas de tierra hacen falta para mantenerte vivo y respirando. Los ciudadanos de cada país, de acuerdo a lo desarrollado y “ecológicamente correctas” que sean sus naciones- tienen una huella de carbono más o menos importante. Y lo mismo ocurre con las máquinas, industrias, coches o mascotas.

El perro tiene una huella de carbono- tan destructiva como el todoterreno.

Lo sorprendente es que las mascotas, esos adorables animalitos que tenemos en casa y de los que jamas sospecharíamos que pueden tener algo que ver con el calentamiento global, tienen una huella mucho más importante de lo que puedes imaginar. De hecho, la huella ecológica de nuestros animales de compañía pueden incluso ser mayor que la del más voraz de los automóviles. El mejor amigo del hombre resulta, además, uno de los peores enemigos del planeta. La controversia ha sido planteada por los autores de un libro titulado “Hora de comerse al perro” (La hora de comer del perro). Robert y Brenda Vale han calculado que se necesitan 0,84 hectáreas de tierra para mantener alimentado un perro mediano. El motor de 4.600 cm3 de un enorme Toyota Land Cruiser, por ejemplo, suponiendo que recorre 10.000 kilómetros al año, solo necesita el equivalente a 0,41 hectáreas. Y en ese valor se incluye toda la energía necesaria para la construcción del vehículo. Obviamente, no están diciendo que el Toyota coma pasto ni nada por el estilo, simplemente Robert y Brenda han utilizado la unidad “ hectáreas de tierra” para poder comparar el daño ecológico que cada uno de los contendientes genera.

A lo largo del libro pueden encontrarse otros ejemplos interesantes. Un pequeño gato, de esos que hasta pasan inadvertidos, posee la misma eco-huella que un Volkswagen Golf. Pero quizás lo más chocante de todo este análisis es que muchas mascotas resultan más “caros” (en términos ecologicos) que los humanos de muchos países. Por ejemplo, en 2004 el ciudadano medio de Vietnam tenía una huella ecológica de 0,76 hectáreas. En la misma época, un etíope se mantenia vivo con sólo 0,67 hectáreas. Si pensamos que el mundo cada vez está más escaso de recursos -prácticamente monopolizado por unos pocos países ricos- se nos hace inevitable plantearnos la siguiente antipática pregunta: ¿Realmente podemos justificar que mantener animales domésticos sea más “caro” que mantener algunas personas?

¿Un ruidoso y humeante Hummer perjudica menos el planeta que un perro?

La mayoría de los consumidores han aprendido a aceptar la magnitud de la crisis ecológica que enfrenta la humanidad. Estamos -a regañadientes- adoptando comportamientos como el uso de bombillas de bajo consumo o el uso de materiales reciclables. Empleamos baterías recargables en lugar de pilas, y nos ponemos como locos cuando leemos que alguna empresa emplea elementos contaminantes como parte del proceso de manufacturación de sus productos. Pero aún así, renunciar a nuestras mascotas en el nombre de la ecología puede parecernos un sacrificio demasiado grande. Sin embargo, parece que si vamos a seguir manteniendo animales exclusivamente para nuestro disfrute personal, tendremos que enfrentar decisiones difíciles.

La propuesta de los autores, que sostienen que deberíamos “reciclar” nuestras mascotas o convertirlas -a su vez- en alimento para mascotas al final de su vida, seguramente nos parecerá un horror. La perspectiva de criar pollos que podamos comer en lugar de perros y gatos también es poco atractiva. Sin embargo, hay formas de convertir el impacto ambiental generado por nuestras mascotas en algo más aceptable. Dejando de consumir bolsa tras bolsa de alimento balanceado y dando a nuestros perros y gatos las sobras de nuestras comidas puede tener un efecto inmediato en la solución del problema. Y si seguimos prefiriendo los alimentos “especializados”, al menos elijamos los que han sido elaborados a partir de desperdicios de otras industrias alimenticias y -siempre que sea posible- cerca de nuestras casas. Un parte de la huella de carbono originada por los animales de compañía se debe a la contaminación producida por los camiones empleados para transportar de una punta a otra del país sus alimentos.

Cada gato posee la misma eco-huella que un Volkswagen Golf.

Obviamente, los fabricantes de alimentos “premium” para mascotas hacen todo lo posible para convencernos que sus productos son prácticamente indispensables para nuestros queridos animales. Sin embargo, seguramente es más saludable darles de comer los restos de nuestra propia comida que un producto lleno de hormonas o químicos. Existe además un problema de conciencia global. Imaginemos un país rico, con 400 millones de habitantes, en el que cada hogar tiene en promedio 4 habitantes y una mascota. Eso hace 100 millones de mascotas que hay que alimentar. Si Robert y Brenda han hecho bien sus cálculos, con los recursos destinados a mantener esa cantidad de animales podríamos alimentar a mas de 100 millones de personas de los países más pobres. Si la pobreza del tercer mundo no te conmueve, piensa que mantener esos animales supone el mismo daño ecológico que unos 200 millones de coches medianos humeando por las calles. ¿Sorprendente, verdad?

Un estilo de vida sostenible exige sacrificios, y parece que incluso los perros y gatos tiene que poner algo de su parte. ¿Exagerado? Puede ser. Seguramente -y sobre todo si tienes una mascota- puede que todos estos números y argumentos no terminen por convencerte. Pero aun aceptando que los autores del libro se han equivocado al analizar el problema, y que han cometido un error del 50% o 70%, la influencia que tiene en la “salud” de nuestro planeta el mantener una mascota -sobre todo si es un Gran Danés- no es en absoluto despreciable. ¿Qué te parece?

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