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El obsceno triunfo de la barbarie
Cuando pienso en España, la mayoría de las veces siento vergüenza. En este país de encierros y corridas de toros, lanzamientos de pavas y cabras, tomatinas, fallas (queman diez millones de euros tan alegremente) y demás fiestas de dudoso gusto, es obvio que la barbarie ha triunfado sobre la civilización. ¿Es posible tener depositada la esperanza en un país en el que reina Belén Esteban?

En realidad, si lo pensamos bien, podemos perdonar lo anterior. Digamos que el corazón no entiende de razones. Nadie vería lógico prenderle fuego a un maletín cargado con diez millones de euros, ni siquiera un valenciano. Pero saca ese dinero del maletín, construye con él unas figuras de cartón… y ya verás como a los valencianos les faltará tiempo para coger el mechero. "Es parte de nuestra cultura", dirán. ¿Tiene sentido? No, pero qué importa. ¿Por qué es famosa Belén Esteban? Pues sí, no penséis más: simplemente por abrirse de piernas ante un torero; dos analfabetos se juntaron, se revolcaron, tuvieron una hija y… eso es todo. Y, sin embargo, ahí está ella, cobrando una pasta por ejercer de choni y bailar el fox. Manda huevos. Pero rindámonos ante la realeza; ella lleva la corona de este país analfabeto, zafio, chabacano. Bárbaro.

Ahora, abramos un periódico —cualquiera menos el Marca, el más leído (da que pensar)—, o pongamos la tele, o naveguemos por Internet. Y comparemos dos casos distintos entre sí, ambos temas de actualidad:

1) El Gobierno acaba de disolver la entidad Seguros Mercurio. El dueño de esa aseguradora es el mismo de Air Comet, aerolínea que fue obligada a cerrar hace unos cuantos meses, y también de la agencia de viajes Marsans, que actualmente se haya al borde de la quiebra. El hombre que controla todas esas empresas es también consejero de una entidad financiera, Caja Madrid, a la que él mismo debe 26,5 millones de euros. Y, sobre todo, ese hombre es el presidente de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), la patronal encargada de representar a todos los empresarios de España. Es, por tanto, uno de los responsables de las negociaciones del mercado laboral junto al Gobierno y los sindicatos. Este hombre se llama Gerardo Díaz Ferrán.

2) El Tribunal Supremo ha admitido, hasta ahora, tres querellas contra un juez de la Audiencia Nacional. Una —con tres denunciantes distintos—, por investigar desapariciones durante la Guerra Civil y el franquismo; otra, por cobrar por unos cursos impartidos hace cuatro años en Estados Unidos; y la tercera, por ordenar escuchas en prisión a los cabecillas del caso Gürtel. Actualmente, el Consejo General de Poder Judicial está a punto de decidir si suspende de funciones a ese mismo juez. Este hombre se llama Baltasar Garzón.

Realicemos ahora un ejercicio de reflexión. Apaguemos la tele por un momento —mañana seguirá habiendo fútbol también; no nos preocupemos— y pensemos, aunque sea por un segundo, en qué clase de país estamos viviendo. Y hagámoslo planteándonos cuál es el perfil de cada uno de los protagonistas de los dos temas planteados.
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Por un lado, tenemos a un empresario sinvergüenza, un ladrón, un corrupto, un impresentable que ha hundido ya varias empresas dejando en la calle a varios cientos de trabajadores —a los que debe aún meses de sueldo— mientras se beneficiaba del dinero público para enriquecerse personalmente. Pues ese cabronazo sigue siendo, hoy en día, consejero de Caja Madrid y presidente de la CEOE. Y continúa, como hemos dicho antes, siendo unos de los hombres que decidirán sobre las condiciones laborales de todos nosotros, con el beneplácito del Gobierno y los sindicatos, que lo siguen considerando un interlocutor válido.

Por otro lado, tenemos a un juez que ha luchado incansablemente contra ETA y sus alrededores, que ha metido en la cárcel a montones de terroristas y a los que los apoyan. Un juez que ha perseguido con dureza el tráfico de drogas, que ha abierto causas penales contra los responsables de crímenes contra la humanidad como los perpetrados en las dictaduras chilena y argentina de Pinochet y Videla, que intentó sentar en el banquillo a Berlusconi por delitos de fraude fiscal vinculados a Telecinco, que investigó las actividades ilícitas del BBVA. Un juez que intentó escarbar entre los crímenes cometidos durante el franquismo. Un juez que ha investigado numerosos casos de corrupción política (tanto de cargos del PP como del PSOE), entre ellos uno de los más relevantes habidos en España, el caso Gürtel. Pues ese juez está a punto de ser suspendido de funciones. Y lo gracioso es que los que han interpuesto las querellas contra él son gentuza de la Falange, salvajes de un sindicato ultraderechista llamado Manos Limpias y —esto es lo más gracioso— uno de los presidiarios del caso Gürtel, aquellos a los que el propio juez había mandado a la cárcel. Y el Tribunal Supremo, increiblemente, ha admitido las tres querellas, las tres.

Y yo me pregunto: ¿Adónde coño vamos a llegar en un país en el que se quieren quitar de encima a un juez que no ha sido siquiera procesado ni sobre el que pesa ninguna acusación de la Fiscalía en ninguna de las causas estimadas a trámite por el Tribunal Supremo? ¿Cómo es posible que el Consejo General del Poder Judicial sea el primero en saltarse impunemente la ley?

Y me pregunto también: ¿Qué clase de país es este en el que alguien que debería estar cesado de todos sus cargos y a punto de ser juzgado por delitos como corrupción, estafa, impago de deudas, etc… siga siendo consejero de una entidad financiera y, sobre todo, unos de los máximos responsables de decidir el futuro laboral —y, por ende, vital— de millones de personas?

¿Estamos locos o qué? A un juez que ha hecho tanto por España, están intentando —y lo conseguirán— darle una patada en el culo y mandarlo a una peña de ancianos a jugar al dominó. Mientras, a un ladrón sinvergüenza, un cabronazo sin escrúpulos, se le permite que siga tomando decisiones vitales que nos afectan a todos los españoles. Mientras se castiga al bueno, se premia al malo. ¿Qué mierda de película es esta? Es obvio que a los poderosos no les gustan las moscas. Y Garzón es una mosca cojonera muy peligrosa a la que hay que quitarse de encima cuanto antes mejor. Díaz Ferrán, en cambio, es uno de los suyos, uno de los que manejan el cotarro.

Y los españoles, mientras, ¿qué pensamos de todo esto? Qué más da, estamos demasiado preocupados por el decimonoveno partido del siglo de esta temporada y por la carrera que ganó el otro día ese gilipollas que es Fernando Alonso (que ni corre representando a España —sólo a Ferrari— ni paga sus impuestos aquí, mientras el currito que lo defiende y anima los domingos ante el televisor sí que tiene que ayudar a levantar el país con los impuestos que salen de su sueldo submileurista ganado con mucho sudor en el taller de motos de la esquina. No somos más tontos porque no entrenamos).

A mí me da vergüenza vivir en un país así. Me da vergüenza, mucha vergüenza, la ignorancia supina en la que vivimos instalados los españoles. Me da vergüenza tanta zafiedad, tanta incultura, tanta barbarie. Me avergüenza que tengamos corridas de toros, que lancemos pavas desde campanarios y que Belén Esteban reine en España. Sí. Pero lo de que escoria humana como Díaz Ferrán decida mi futuro mientras que un juez con dos cojones como Garzón vaya a ser desterrado por los que controlan el poder es algo que no sólo me da vergüenza sino, más que nada, miedo. Porque con cosas así es imposible que uno pueda creer que España es un Estado de Derecho: mal vamos cuando el mismísimo Consejo General del Poder Judicial se salta a la torera el primer artículo de nuestra Constitución. Si eso no es para sentir miedo…

No hace falta ser adivino para saber que Díaz Ferrán seguirá estando vinculado al poder y que nunca pisará una cárcel a no ser que sea para visitar a algún amiguete. Y tampoco hay que ser muy listo para darse cuenta de que a Garzón le quedan tres telediarios tocándole los cojones a toda esa gentuza indeseable que tanto se lo merece. Podríamos discutir mucho sobre si Garzón es un juez demasiado mediático, con excesivas ansias de protagonismo y con, por qué no, todos los fallos y errores propios de cualquier persona que ocupa un cargo de tanta trascendencia como el que él tiene. Pero más jueces como Garzón es lo que le haría falta a un país, esta nuestra vergonzosa España, en el que un mierdoso delincuente como Francisco Camps sigue siendo presidente de una comunidad autónoma gracias a que todo un Tribunal Superior de Justicia decidió que ya estaba bueno lo bueno. Y todo, no nos olvidemos, con la complicidad del fulano que podría ser dentro de dos años presidente del Gobierno. Ya digo, vergüenza y miedo.

Pero, bueno, qué importan estas minucias, ¿verdad? Mientras Cristiano Ronaldo y Messi sigan metiendo gol

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